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LOS MOTORRATONES DE PALMIRA

LOS MOTORRATONES DE PALMIRA LOS MOTORRATONES DE PALMIRA

Al regresar a Palmira después de vivir bastante tiempo fuera me sorprendieron algunas cosas. La ciudad había cambiado, no tanto en lo estructural, donde también ocurrieron algunos cambios, sino en su apariencia. Sus calles, en especial las del centro, se ven ahora mucho más atiborradas de lo que yo recordaba. Hay mucha más gente, el espacio público no existe y los vendedores ambulantes que antes ocupaban sólo cierto sector del centro están por todas partes y son dueños de las estrechas aceras, de las que no sobra nada para los peatones, que son lanzados a las calles a pelearse con victorias (vehículos de tracción animal), buses, carros particulares, bicicletas y motos por un espacio para caminar. Y es precisamente la utilización de las motos una de las cosas que cambió en Palmira. No es que ya no sirvan para transportar personas, al contrario han extremado esta función dando lugar a un nuevo oficio: Los motorratones. No acabé de comprender qué eran exactamente, hasta que volví a vivir allí y pude ver su verdadera magnitud y como se han colado en la rutina de la ciudad y de sus habitantes.
Los motorratones criollos tomaron prestado el nombre de una serie de dibujos animados de los noventa, Los Motorratones de Marte, en la que tres musculosos ratones provenientes de ese planeta, con aspecto y cualidades humanas, recorrían las calles en sus supermotos peleando contra los malos y salvando la ciudad. Talvez no tan musculosos y sin supermotos, los motorratones de Palmira también recorren la ciudad y no se puede negar que a muchas de sus clientas las han “salvado” en alguna ocasión, por lo menos de llegar tarde al trabajo.

La historia del inicio en Palmira del oficio de motorratón comienza con una agencia de mensajería llamada Pronto. Hasta allí en una ocasión se acercó una mujer y le propuso a uno de los mensajeros que la llevara a cambio de un pago.
Con precedentes en ciudades cercanas como Tulúa y Santander de Quilichao, además de otras por todo el país, a los dueños de la agencia no les pareció para nada mala la idea y así comenzaron a trabajar transportando personas, a la par con sus funciones originales de mensajería.
La idea se hizo tan popular, que en muy poco tiempo la ciudad se vio invadida de agencias de mensajería que además prestaban el servicio de transporte. Pero el negocio de motorratones dio para más, las agencias de mensajería perdieron la exclusividad y conjuntamente surgieron los llamados motorratones piratas.

Los de la calle, o motorratones piratas como se les conoce, no tienen jefe, trabajan por su cuenta, no hacen parte de ninguna oficina. Son tantos que es difícil establecer un número. En realidad cualquiera que tenga una moto puede ejercer de motorratón. Prefieren las horas pico en las que la gente sale en masa, buscan los sitios de mayor concurrencia. Desde una cafetería frente a uno de los dos supermercados que funcionan en las casi 30 cuadras del centro de Palmira, los observo. Dependiendo del horario llegan a haber al menos quince motos parqueadas fuera de este supermercado. Este día en particular, mientras en la frescura y comodidad de la cafetería disfruto de un granizado de café, alcanzo a contar diez. Los veo derritiéndose con el sol abrasante del medio día, sudando bajo el casco. Se lo dejan puesto para no perder tiempo si llega una clienta o si están con mala suerte, un guarda. Nunca se bajan de la moto, esperan sentados hasta que suena la sirena del cuerpo de bomberos, a una cuadra de allí, anunciando a todos que son las 12. El supermercado pertenece a una caja de compensación familiar y ocupa el primer piso de un edificio de cuatro. En los otros tres funcionan otras dependencias de la caja. Es un buen sitio porque durante todo el día entran y salen clientes. A las 12 todas las oficinistas salen a almorzar y aumenta la clientela, en un dos por tres desaparecen los motorratones.
En una esquina a unas tres cuadras de allí, hay otro grupo de motociclistas. Son motorratones. Ya aprendí a reconocerlos. Encima de las motos, con el casco puesto y otro sostenido en una mano. Esta es una esquina bastante transitada, las tres empresas de transporte formal (Palmirana, Cootransgaviota y Montebello) tienen por lo menos una ruta que pasa por ahí, y en este horario, el de medio día, con el calor, el humo y los pitos de los carros la congestión se vuelve insoportable. Los motorratones sacan a sus clientas de todo ese embrollo en pocos minutos.
Caminando por el centro no es raro escuchar un “mi amor” o “mami” ¿la llevo?, en otro tiempo esto pudo haberse confundido con un piropo, de los que no faltan en nuestra cultura tropical, pero ahora es claro que es el inicio de una transacción meramente comercial. Otros tan sólo apuntan con el dedo como si tuvieran algo para decir y las mujeres simplemente aceptan o hacen un gesto negativo con la cabeza.

Se estima que sólo un 20% de los motorratones que trabajan para las agencias son mujeres. Sin embargo este es un servicio para mujeres y en Palmira muchas de ellas lo utilizan de manera frecuente o por lo menos lo han usado alguna vez, aunque fuera sólo por urgencia. Es la necesidad económica, causada por el desempleo, la principal razón que argumentan los propietarios de las agencias de mototaxis. Para ellos, este era un negocio relativamente sencillo de montar. Las oficinas son pequeños espacios, en el garaje de cualquier casa, en cualquier barrio, todas muy parecidas. Las puertas siempre abiertas, un escritorio, un teléfono, dos o tres sillas rimax, un cartel de venta de minutos de celular. Los motorratones, algunos sentados en las sillas, otros haciéndole alguna reparación de última hora a sus motos, a la espera de una llamada que no demora mucho. Y afuera, las motos. Desde la más grande hasta la más sencilla, estilo Harley Davison, de bastante cilindraje o pequeñas, todas las marcas y colores. El aspecto de la moto tiene mucha importancia. Con tanta oferta las clientas se pueden dar el lujo de escoger y lo hacen. La moto más nueva y más bonita tiene ventaja sobre las otras. Este es uno de los factores que influyen en la elección del servicio, pero hay otros, entre los que figura la apariencia física del motorratón o su aseo personal. Como me comentó Sandra Gómez usuaria del servicio, que utiliza siempre los servicios de una misma agencia y nunca a los motorratones de la calle o “piratas”. “Con la agencia siento más seguridad, porque ellos tienen un respaldo mientras que los de la calle no. Además ahí hay un muchacho que siempre huele tan rico...” Por diferentes motivos las clientas empiezan a tener sus preferencias, la mayoría tiene su motorratón personal, el de confianza, por el que preguntan siempre al llamar a la agencia, las transporta y además le encomiendan desde el pago de las cuentas, hasta el transporte de sus hijos.

Llamé a la oficina de mi barrio para solicitar el servicio:- “Serviconfiable muy buenas tardes, cual es su nombre...para donde va...cual es su dirección”- Conté tres minutos y sonó el pito de la moto. El conductor me pidió que le pagara por adelantado (después me explicó que, como yo iba para el centro, debía pagarle donde no había guardas. En el centro los tienen vigilados). En realidad yo no necesitaba ir a ninguna parte, lo que quería era hablar con él. De todas maneras le pagué y me fui para el centro, no sin antes conversar por un rato.
José Luís Andrade trabaja hace un año y cuatro meses en la oficina del barrio El Recreo. Más que escoger este oficio, fue la única salida que encontró al quedar desempleado después de que la empresa de vigilancia privada para la que trabajaba recortara personal. Sin empleo y con responsabilidades que cumplir, un anuncio en una revista lo conectó con la empresa de mototaxis. Lo único que le exigía era la moto y tener los documentos al día: pase, impuestos y seguro obligatorio. No le garantizaba un sueldo fijo ni seguridad social, pero en ese momento necesitaba trabajar. “Al comienzo fue muy duro, trabajar en la calle todo el día, el sol. Yo antes era mas blanquito”. Además, por lo que me dijo, ser motorratón le causaba un poco de vergüenza. Pero ahora, José Luís se ve contento. En un buen día de trabajo logra ganar más o menos 30000 pesos de los cuales 5000 son para la empresa, 500 un aporte para la naciente cooperativa de la que hace parte y lo restante es para él. Descansando dos domingos al mes, José logra un sueldo de al menos 650000 pesos con los que, aparte de mantener a su familia, corre con los gastos que la moto origine. Luce optimista respecto a su futuro. La cooperativa se está organizando y pretenden lograr que los motorratones miembros tengan seguridad social y prestaciones. Por ahora, si sufren algún tipo de accidente la cooperativa les colabora con un 20 o 30% de los gastos de la moto y si hay heridos hacen uso del seguro obligatorio.
Sin embargo, lo más duro para José Luís aparte del sol, son los taxistas que en muchas ocasiones, según él, le han “tirado el carro encima” y los guardas, que los persiguen así no estén transportando gente y les inmovilizan la moto.

Desde que comenzaron a funcionar hace ya más de tres años han generado mucha polémica principalmente entre el gremio del transporte formal que ha sido el más afectado con esta nueva modalidad. Múltiples han sido las quejas por parte de los representantes de las tres empresas legales. Según estas empresas, debido a la proliferación de los mototaxis, su mercado ha disminuido en un 40%. Explican además, que de 345 vehículos que hacen parte del parque automotor de buses y busetas, los palmiranos están utilizando menos de la mitad. De 108 conductores que llegó a tener la Palmirana de Transportes Ltda., en el 2001, la cifra se redujo a 35. Si bien, al pasar por los parqueaderos de estas empresas, a cualquier hora del día, se observan filas de vehículos estacionados y se hace evidente esta situación, las razones podrían ser otras según Pablo Rodríguez un tipo de unos 30 años, desempleado, a quien encontré, por pura suerte, conversando en un almacén de un pequeño centro comercial del centro, al que entré a preguntar por una oficina de mensajería. Me contó que había trabajado como chofer para Cootransgaviota y que se había retirado para convertirse en un motorratón pirata. Pablo dice que se retiró de esta empresa porque las condiciones de trabajo no eran buenas y que así los motorratones hayan acaparado buena parte del mercado, para él, la responsabilidad de esta crisis y del retiro de muchos de los conductores, se debe a las altas cuotas que la empresa les exige (60000 pesos diarios). Aparte, los chóferes deben entregar siempre el carro abastecido de combustible. Después de una jornada que empezaba a las 4 de la mañana y terminaba a las 10 de la noche, había días en los que Pablo no conseguía para cumplir con la cuota y menos para la gasolina. Para esto la empresa tenía previsto la extensión de vales para combustible validos en la gasolinera de la empresa. Pablo advierte que además, las rutas no son eficientes, ni suficientes y esto hace aun más difícil conseguir el dinero. Cansado, decidió retirarse y vio en el oficio de motorratón una posibilidad. Se convirtió en el motorratón de confianza del centro comercial en el que lo encontré. Hacía los mandados y transportaba las trabajadoras, hasta que un guarda lo identificó y comenzó a perseguirlo donde lo veía “es que ahora uno no puede andar ni con la novia, tenés que probar que la que va con vos es familia, si no, se te llevan la moto” “me tocó salirme”.

El 30 de Marzo de 2004, la Superintendencia Delegada de Tránsito y Transporte dio a conocer un documento en el que exigía a los alcaldes “adelantar inmediatamente las acciones que le corresponden como autoridad de inspección, vigilancia y control en su jurisdicción tendientes a erradicar a través de diversas medidas de carácter objetivo y/o subjetivo ese servicio ilegal”. Lo anterior no estaba sólo dirigido a los alcaldes del Valle del Cauca sino también a los de la Costa Atlántica, el Eje Cafetero, los Santanderes y todas las demás regiones del país donde hay por lo menos 450.000 motocicletas que prestan este servicio.
El alcalde de Palmira, Adolfo Castro González, esperó algunos meses antes de tomar medidas y en agosto de 2004 expidió un decreto prohibiendo la circulación de acompañante mujer en moto, en las horas pico a partir del 23 de ese mes. La medida produjo una enorme manifestación en la que por lo menos 2000 motociclistas bloquearon las principales vías de la ciudad, un tramo de la carretera Panamericana y la recta Cali-Palmira. Los manifestantes voltearon una buseta de la empresa Cootransgaviota, destrozaron varias vitrinas y al final de la tarde fueron dispersados por la policía con gases lacrimógenos.
Los guardas de tránsito y la policía son los encargados de hacer cumplir estas disposiciones, pero los motorratones se dan sus mañas y cuando ven que un guarda se acerca con una actitud no muy buena, se escurren entre el tráfico. Hay unos días en los que los guardas salen en masa hacia los puntos de reunión para dispersarlos, y otros, en los que se pasean con actitud indiferente a sólo unos metros de ellos.

“El servicio de mototaxis puede y debe organizarse con placas públicas, uniformes y todas las demás normas. Así la Policía controlaría su calidad y la gente de los pueblos podría contar con un transporte más eficiente. Es mejor que se reglamente ahora, antes de que lleguen a las grandes ciudades”. Sostiene Pedro Pardo, ponente del proyecto de ley que reglamenta los motorratones.
Tres años y medio después de que empezaron en Palmira, se estima que los motorratones llegan a 3000. 30 de las agencias existentes en la ciudad están agremiadas en la Asociación de Mototransportadores Villa de las Palmas, organización con personería jurídica que pretende organizar a las oficinas de mensajería y motorratones de la ciudad con el objetivo de mejorar su servicio. Mientras los transportadores de las empresas legales aseguran que los motorratones están acabando con el negocio, estos por su parte, dicen que el gran obstáculo para que la administración local le de un marco legal a su trabajo, han sido estas empresas. Si bien, el único ente autorizado para reglamentarlos o no, es el Ministerio de transporte, los alcaldes son autónomos en sus municipios para decretar medidas. La Asociación afirma que en algunas oportunidades las autoridades municipales han mostrado voluntad de llegar a un acuerdo, pero el gremio transportador ejerce presión para que esto no se de.

Por la razón que sea, el éxito de los motorratones no se puede negar, vinieron para quedarse con una buena porción del mercado. Causaron disgusto entre quienes vieron afectadas sus ganancias, complicaciones a la administración local que se ve en la encrucijada de terminar con un negocio que es ilegal, pero a su vez el sustento de muchas familias de la ciudad y acabaron por convertirse en una alternativa conveniente para los usuarios.

Hoy amaneció lloviendo. Las calles están vacías, limpias de vendedores y de gente. No es un buen día para los motorratones. Si llueve todo el día, probablemente no tendrán clientes. La lluvia es uno de los peores enemigos del oficio. A estas alturas, parece que es ella la única que consigue mantenerlos alejados. Las clientas los buscan por la rapidez, pero en días de lluvia prefieren llegar tarde y secas. En la oficina de mi barrio, se ven pocas motos. No están afuera como de costumbre, sino en el interior, resguardadas del agua. Sus conductores, se distraen conversando o jugando con su celular. Por lo menos hoy, no habrá movimiento.

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