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CARTA DESDE MÉXICO (LA CARPA)

CARTA DESDE MÉXICO (LA CARPA) El gobierno de Ciudad de México ha comenzado a distribuir dos millones de copias de un cómic titulado “Las Fuerzas Oscuras contra Andrés Manuel López Obrador”, en cuya portada se muestra a un tiburón salivando y amenazando a una dulce familia de clase media. En el interior, se explican los golpes contra el alcalde. “Si lo dejamos, este tabasqueño ganará la presidencia”, le dice a su títere de mano una Fuerza Oscura de traje y corbata. Títere: ¿No lo podemos comprar, como al otro? Fuerza Oscura: No le interesa el dinero, y tiene principios. Títere: ¡Maldito! Hay que detenerlo a cualquier precio.

Andrés Manuel López Obrador, el alcalde de Ciudad de México, está actualmente involucrado en un escándalo que salió a la luz en marzo: fue entonces cuando se dio a conocer un video filmado clandestinamente en el que aparece el principal operador político del alcalde, René Bejarano. Bejarano ha sido sucesivamente jefe de campaña y ministro de Gobierno de la ciudad, y era en ese momento el líder de la Asamblea Legislativa de la capital, pero en el video se le muestra recibiendo enormes cantidades de dinero de manos de un empresario que aparece en la cinta con el rostro borroso. Bejarano, de traje oscuro, abre un maletín, lo coloca sobre una mesa y procede a llenarlo con fajos de dólares americanos y pesos mexicanos. Semanas más tarde, las escenas que aún se repetían eran las de la secuencia en la cual, habiendo intentado sin éxito cerrar la maleta, Bejarano se llena afanosamente los bolsillos de efectivo.
Andrés Manuel López Obrador nació hace cuarenta y nueve años en el estado sureño de Tabasco, hijo de una familia de comerciantes. En los años setenta se graduó de la facultad de ciencias políticas de la Universidad Nacional. De regreso a Tabasco ingresó a las filas del PRI -el Partido Revolucionario Institucional, que duró una eternidad en el poder- e hizo carrera en el gobierno. En 1987 un grupo de disidentes se separó del PRI para apoyar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones del año siguiente, y López Obrador se unió a ellos. Aquellas elecciones las ganó -o las robó, según muchos- el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari. Los disidentes formaron el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en alianza con los principales y más antiguos partidos de izquierda y con un grupo de estudiantes activistas, y muchos sobrevivientes del movimiento estudiantil de 1968.
Dentro del recién creado PRD, López Obrador escaló rápidamente, convirtiéndose, en uno de los primeros políticos del partido en ser elegido gobernador de un estado (sin embargo, no se convirtió en gobernador: el cargo le fue, literalmente, arrebatado con la ayuda de bandoleros armados, por el candidato del PRI, que permaneció en su despacho durante todo el periodo de seis años).
López Obrador lideró a miles de campesinos indígenas chontal, que en 1996 se tomaron cientos de pozos petroleros a lo largo de la costa del Golfo. Dos años más tarde marchó a la cabeza de miles de habitantes del estado de Tabasco que llegaron hasta el Zócalo (plaza central de la ciudad) para dejar camionadas de documentos que supuestamente contenían pruebas de corrupción oficial.

Como alcalde López Obrador ha sido muy controvertido, y muy poco popular con las clases altas de la ciudad, pero en las delegaciones remotas, o municipios, donde vive la mayoría de los habitantes y donde casi todo el mundo es pobre, tiene amplio apoyo. Cuando convoca a una manifestación en el Zócalo, la gente de esas delegaciones lo llena. Desde el comienzo su administración ha trabajado para mejorar los servicios públicos en las grandes delegaciones de la periferia, y ha consignado enormes cantidades de dinero a los llamados subsidios populares. Más de la mitad de los fondos disponibles para subsidio, casi 300 millones de dólares, se destinan a pagos mensuales de unos 60 dólares a cualquier ciudadano de más de setenta años que esté dispuesto a llenar el formulario apropiado. Buena parte del resto se distribuye entre los desempleados y los minusválidos.
Con 7.300 millones de dólares, el presupuesto anual de López Obrador es mucho más grande que el de cualquier ministerio del gobierno, exceptuando el de Educación, pero es posible que la ciudad se encuentre en bancarrota. El gobierno de la ciudad está en problemas para pagar su nómina; casi ha doblado la deuda acumulada por sus dos predecesores inmediatos como alcaldes; el icono del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, y la enérgica Rosario Robles -encarnizada enemiga de López Obrador dentro del PRD-. Esta última dejó la alcaldía con una imagen sorprendentemente favorable en toda la población y fue considerada como una fuerte candidata para la presidencia.

No es como si los mexicanos no conocieran la corrupción, que gracias a una larga herencia política se da prácticamente por descontada. Pero no todos los días se ve en la pantalla el acto en si. Y luego está lo que el mismo Bejarano explica acerca de sus acciones en este y otro video que fue emitido ese mismo día en el noticiero más importante de la noche. En esta segunda cinta, Bejarano no aparece dinero en mano, pero habla más. Su interlocutor, molesto y amenazante posiblemente un poco borracho, está sentado fuera de cámara en una oficina que reconocieron de inmediato quienes han hecho negocios con el hombre. Él quiere, dice, que se le pague por el trabajo de construcción que ha hecho bajo contrato con la ciudad -contratos obtenidos a cambio del dinero del soborno que le había entregado anteriormente a Bejarano-pero el funcionario le explica que no hay dinero en las arcas de la ciudad.
“Me estás jodiendo, pero yo te voy a joder a ti”, dice el empresario. Bejarano, en un tono conciliatorio, trata de poner en claro sus propios riesgos: “He hecho muchas cosas por Andrés (el Alcalde) que no todos harían, muchas, no te puedes imaginar. Y si alguna vez me agarran...prefiero no contarle sobre muchas cosas, aunque él supone que yo hago esas cosas, pero él no lo sabe, él no pregunta, cómo me las arreglé para financiar...” deja la frase sin terminar. “Pero por supuesto, él sabe perfectamente, porque está implícito, porque yo era su operador, que si nos agarraban un día, era yo, no él. Él recibirá el golpe, claro, pero a mí me darán más duro”.

A cuatro años del inicio de la democracia electoral mexicana, las cosas no andan del todo bien en el campo político. Un indicador de ello es que el presentador del programa de noticias más influyente de la capital es un payaso, y que el vídeoescándalo fuera transmitido por primera vez en marzo en el programa de televisión del payaso.
Brozo el payaso, malhablado y libidinoso, preside el noticiero de la mañana llamado El Mañanero -nombre popular de las actividades sexuales matutinas que se cumplen a toda prisa-. Se trasmite de 6 a 10 a.m. de lunes a viernes, el programa ignora la sutileza. Luciendo una peluca verde y nariz roja de pelota, vestido con un raído sacoleva sobre pantalones a punto de caérsele, con mirada amenazadora y voz de whisky, Brozo -La creación de un comediante llamado Víctor Trujillo- es desde hace varios años un personaje famoso de la televisión.
Sin disfraz, Trujillo es pensativo, retraído, de modales suaves; cuando lo entrevisté por primera vez hace diez años, pensé que podría pasar por académico de carrera. Durante su inquieta juventud, Brozo pasó algún tiempo en el teatro y gradualmente fue acercándose más a la sátira cómica porque la carpa -una alegre combinación de vaudeville y circo que en México siempre ha tenido fuertes visos políticos- le parecía “la única forma teatral autóctona de México”.
Trujillo trata de no prestarle atención al hecho de que él bien puede ser el árbitro político más importante de México; su propia credibilidad corre un riesgo mayor a medida que su éxito aumenta. Quizás ni siquiera lo había entendido bien antes del episodio del video López Obrador-Bejarano, cuyo recuerdo está irremediablemente asociado al show de Brozo. Fue también el momento en el que Trujillo se salió de su personaje. El payaso siempre se las había arreglado para aparecer entrañablemente más cretino que cualquiera de sus invitados, pero esa mañana quedó, de alguna forma, tan atrapado como Bejarano: si era lo suficientemente importante como para recibir y emitir al aire un video que podía alterar los resultados de la siguiente elección presidencial, ¿cómo podía ser un payaso? Y si es un payaso, ¿en qué quedamos convertidos sus espectadores?
Al aceptar una cinta de un congresista del partido gobernante, Brozo, quien además es enemigo político declarado del alcalde, se salió de foco y se convirtió en un inquisidor. El segundo video, aunque más incriminador, no se ha guardado en la memoria tanto como el primero, principalmente gracias a la forma en que Brozo presentó la primera cinta en su programa. Por una extrañísima coincidencia, René Bejarano estaba siendo entrevistado esa mañana, en su papel de líder de la Asamblea Legislativa, en el estudio de Televisa al lado del de Brozo. En la pantalla, Bejarano, convidado a darse una vuelta por el set de Brozo, llega algo perplejo y se sienta a ver lo que el payaso le advierte será “un misil”. La cinta incriminadora vuelve a rodar.
Una pequeña imagen dentro de la pantalla dejaba ver en tiempo real a Bejarano, mientras se iba dando cuenta de que le habían tendido una trampa, no sólo el hombre que se veía entregándole el dinero, sino Brozo. Lo vimos observándose mientras se llenaba los bolsillos de dinero, viendo como su carrera, su vida, su reputación se iban por la borda. “¿Qué es esto, René, qué es esto?”, le rugió Brozo a Bejarano, la peluca temblorosa, un dedo en alto. En vivo, Bejarano identificó al hombre con la cara encubierta como el empresario Carlos Ahumada Kurtz, un trigueño y atractivo negociante argentino. Bejarano declaró que el dinero no era un soborno personal sino una contribución a la campaña, ofrecida por Ahumada. “¡No me pendejees, por favor, René!”, interrumpió un Brozo enfurecido. Bejarano tartamudeó otras débiles explicaciones, ofreció varias veces renunciar a su inmunidad parlamentaria y luego fuimos a un corte de comerciales.
Para cuando estalló el videoescándalo, Ahumada se hallaba escondido en Cuba y parece que pretendía permanecer oculto durante algún tiempo en Cuba, pero el 5 de abril las autoridades cubanas lo detuvieron para interrogarlo. Dos semanas más tarde lo deportaron a México, sin siquiera esperar a que México completar los procedimientos de extradición.
Las consecuencias de esa decisión aún repercuten a lo largo de la escena política mexicana, México mandó llamar a su embajador, y el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba citó a una rueda de prensa en la que denunció el tratamiento que México le dio al escándalo y a Cuba en general (particularmente la decisión del presidente Fox de votar contra el régimen de Fidel Castro en la resolución de derechos humanos del Consejo de Seguridad anual de la ONU).

El videoescándalo no habría sido en realidad un escándalo si no hubiera implicado directamente a Andrés Manuel López Obrador, e interpuesto un considerable obstáculo para lo que hasta hace poco se veía como la imparable ambición del alcalde de llegar a la presidencia en las elecciones de 2006.
¡Complot! fue le grito de sus partidarios desde el momento en que el video salió al aire. En México, donde la teoría de la conspiración es forma de artesanía popular, la explicación del complot que se les dio a las cintas ganó foro al instante.
En cuestión de horas, López Obrador mismo la revalidó. Dentro de los que conspiraban en su contra estaba, dijo el alcalde en numerosas entrevistas y conferencias de prensa, la agencia de inteligencia del gobierno, un importante senador de derecha, la esposa del presidente y también Carlos Salinas de Gortari, el ex presidente que luego del desplome de su altísimo índice de popularidad se ha convertido en el fantasma -el chupacabras- detrás de todos los males que le ocurren al país. En lugar de reclamar de inmediato una investigación de las finanzas de la ciudad y de los métodos que usan sus más cercanos asociados para levantar fondos, López Obrador invitó a sus partidarios a reunirse con él en el Zócalo. En el día fijado, la plaza estaba repleta.

La democracia, o, por lo menos, las elecciones libres y equitativas, llegaron a México casi un siglo después de que se peleó una devastadora revolución para obtener esta meta. El ganador de las elecciones de 2001 fue Vicente Fox, el ex ejecutivo grandote e impetuoso de Coca-Cola, siempre de botas vaquera que prometió un acuerdo migratorio con Estados Unidos, que se necesitaba con urgencia, pero en su lugar no obtuvo más que una propuesta a medio cocinar de Bush, en la que ofrece residencia temporal. Respecto al tema de los derechos humanos, se esperaba que le presidente elegido realmente de forma democrática haría públicas su preocupación, como mínimo, sobre el escandaloso y continuo caso de los asesinatos de mujeres en el fronterizo pueblo de Juárez, para que, por lo menos, se pueda proceder conforme a la ley en la investigación de los crímenes. Se esperaba que convirtiera a su partido, el Partido de Acción Nacional (PAN) -un partido pequeño y profundamente conservador- en un a fuerza efectiva en la rama legislativa. Se suponía que debía saber cómo hacer que un congreso fraccionado aceptara cambios radicales en la política económica. En pocas palabras, se suponía que iba a gobernar. Pero su incapacidad de establecer una fuerte presencia política se evidencia en el hecho de que entre quienes el alcalde acusó de conspirar en su contra se encuentre su esposa, Martha Sahagún de Fox, pero no él. El presidente no se ve tan cansado como derrotado, su voz profunda suena vacía, al igual que sus discursos, que parecen no poseer convicción alguna.
En julio pasado, Fox regañó en público a su ministro de Energía por haber ido a una manifestación política del PAN para apoyar las ambiciones presidenciales del ministro. Pero nunca regañó a su esposa, Marta Sahagún, por hablar en público sobre su posible candidatura futura. El ministro de Energía, que militaba activamente en el PAN años antes de que Fox ingresara siquiera al partido, renunció a su puesto enfurecido, y dejó a Fox ignorando una ola de rebelión dentro de su propio partido. “No recibimos instrucciones de nadie”, dijo un líder parlamentario del PAN. Un mes más tarde, el vocero del presidente también renunció, luego de haber distribuido copias de una carta de veinte páginas en la que condenó, particularmente, “la inclusión de la primera dama en la lista de posibles candidatos presidenciales”.
En Ciudad de México se presenta con frecuencia a la primera dama como una mezcla de mujer modosita y, al mismo tiempo, voraz -aterradora combinación-. Pero puede ser que en el interior, que ella recorre sin descanso, Sahagún resulte el actor político más efectivo del panorama mexicano actual.
Sin embargo, como su ambición provocó el descontento dentro del PAN, y la amenaza de nepotismos en la sucesión generó un escándalo nacional, el esposo de Martha Sahagún la llamó al alto. El futuro de la pareja presidencial no está en la política, declaró el 6 de julio. A ella le tomó una semana manifestar públicamente su acuerdo con él. En una rueda de prensa el 12 de julio en Los Pinos, la residencia presidencial, profesó lealtad al presidente y renunció a todas las ambiciones presidenciales para las elecciones de 2006. La primera dama podrá, por lo menos, y más sensatamente, decidir más tarde si aspirar a la alcaldía de Ciudad de México o lanzarse en el estado de Guanajuato, la residencia oficial de los Fox.

En cuanto al PRI, a lo largo de sus más de setenta años en el poder organizó y dominó el sistema político moderno de México. El PRI tiene una maquinaria, experimentados militantes, saber político y el apoyo de muchos antiguos y actuales burócratas. También, al perder la omnipotencia, comienza a aparecer la tradición de arbitrariedad de PRI, entre los que se cuentan el de José Murat, gobernador del estado de Oaxaca, que fue acusado en junio por la oficina del Procurador General de montar un autoatentado en marzo -bien sea para glorificarse a sí mismo o para cubrir un altercado entre sus guardaespaldas que dejó un policía muerto-. O el de dos miembros de la temida Policía Judicial que secuestraron a tres personas en Chihuahua. Las victimas se encontraban en una camioneta que los judiciales habían dejado parqueada en los cuarteles de la policía en la capital del estado. Los judiciales, que fueron puestos en libertad después de haber sido acusados simplemente de extorsión, formaban parte del equipo de seguridad del gobernador del PRI Patricio Martínez. Comparados con los del PRI, los escándalos de corrupción del PRD parecen casi benignos, lo que ayuda a explicar por qué, a pesar de sus problemas actuales, Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el político más popular del país. Sin embargo la amplia desilusión con el reciente desempeño de la democracia electoral puede llevar a un regreso del PRI en 2006.

López Obrador es el tipo de hombre que adquiere enemigos: parece temerle a Salinas y a Martha Sahagún, dentro de su propio partido lo odian varias fracciones, incluyendo a Rosario Robles (quien perdió) y la que encabeza Cuahutémoc Cárdenas, el líder moral del PRD, que renunció el pasado marzo al consejo de gobierno del partido en protesta por la incapacidad de López Obrador de manejar el escándalo del video.
¿Hay, de hecho, después de ver estos odios, un videocomplot contra el alcalde? En el fragmento de las declaraciones hechas en Cuba por Ahumada y que presentó el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba el de mayo a los corresponsales extranjeros, Ahumada -tranquilo y, según parece, en sus cinco sentidos- le dice a un interlocutor desconocido que le dio los videos “a ellos” era su forma de “probar lo que me estaban preguntando”. Al comienzo no pretendía que las cintas se mostraran en televisión, dijo, pero, “luego ellos me dijeron que era importante publicarlas en televisión”. Pero ¿quiénes son “ellos”? Detrás de esta respuesta se encuentra el misterio del complot. Ahumada es claramente tan poco confiable como imaginativo: “ellos” pueden ser quienquiera que él sienta que le resulte útil nombrar en un momento dado, incluyendo a López Obrador y Bejarano, o los múltiples enemigos de López Obrador dentro y fuera del PRD. Sobrepasa los límites de la credibilidad imaginar que la Pandilla de los Cuatro nombrada por el alcalde como los autores del complot estuviera colaborando en algo, pero es igualmente difícil de creer que René Bejarano simplemente estaba sentado haciendo una entrevista para Televisa en el estudio contiguo al de Brozo el día en que la cinta se transmitió al aire.

Ahora, López Obrador se arriesga a quedar en una trampa. Si renuncia seis meses antes de que termine su período en diciembre de 2006, pierde su inmunidad como alcalde y puede ser juzgado por estos crímenes, lo que lo descalificaría como candidato. Si, por otro lado, López Obrador termina su periodo, no puede lanzarse a la presidencia. Ahí parece haber un ánimo claro por sacar al más opcionado de la carrera a la presidencia.
A pesar de todos estos esfuerzos para librarse de él, Andrés Manuel López Obrador no saldrá de escena durante muchos años.

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